Prometo no hablar de ello

06 mayo 2017

Por el fin de los nacionalismos

Tenemos que superar el concepto de nación/estado/patria/país de una vez por todas.

La división política del territorio sólo sirve a unos pocos, los gobernantes, que así obtienen el poder de administrar los recursos de millones de personas sólo para sus propios fines. Para conseguirlo, nos inculcan la idea de que lo natural es sentir que tu identidad está formada por un componente imaginario e indefinido que representa al conjunto de todo lo que hay dentro de las fronteras de la división administrativa en la que vives, y en realidad sólo es para que te dejes utilizar por los que toman las decisiones allí.

La competición deportiva, por ejemplo, que debería ser el reconocimiento de la superación personal de cada atleta, se ha convertido en un ridículo baile de banderas y exaltación patriótica que nada tiene que ver con la historia de sus protagonistas. Poco debería importarnos la nacionalidad de estas personas que participan, porque en un mundo global donde alguien nace aquí, aprende allí, trabaja en otro sitio y alcanza la fama primero en cualquier otra parte, lo menos significativo es el color de la pegatina que lleve puesta al final.

La identidad de las personas no debería construirse usando el concepto de estado, puesto que este es una amalgama artificial de diferentes lenguas, culturas y tierras que tienen tanto en común entre ellas como con las del estado vecino. Es mucho más lo que nos une a todas las personas del mundo que lo que nos separa.

La exaltación de la rivalidad y la diferencia ya no me emociona ni me hace sentir parte de un grupo, porque el grupo al que pertenezco es la humanidad, y compitiendo por los recursos ajenos en lugar de cooperar jamás alcanzaremos la paz.

La próxima vez que alguien me pregunte de dónde vengo le diré que de una península al sur del continente europeo. O de la tierra, si no lo conoce.